lunes, 26 de diciembre de 2011




Secretos de familia



Mientras la abuela se levantó a por el postre, Elisandra observaba el vestido de su cuñada. «Parece una puta» pensó, sorbiendo un poco de vino. «Menos mal que mi padre siempre abre un buen reserva en Navidad».

Al mismo tiempo, la mujer de su hermano hacía un esfuerzo por terminar de comerse el cordero asado que su suegra había hecho, sin poner cara de asco.

―¡Silvia mujer! ¡Siempre te quedas la última! ―bromeó el suegro.
―Es que ya sabe usted que soy muy lenta comiendo ―se defendió con una sonrisa, para que la excusa pareciera creíble.
―¿Ha salido bueno el cordero? ―preguntó la abuela al hilo de la conversación, regresando con una tarta en la mano.
―Está buenísimo mamá, como siempre ―dijo el hermano de Elisandra, mientras los demás asentían con la cabeza. A pesar de su esfuerzo por no destacar, Silvia masticaba el último bocado de cordero, con la cabeza metida en el plato, intentando evadir la pregunta.
―¿Y a ti Silvia? ¿Te ha gustado? ―quiso asegurarse personalmente de la opinión de su nuera.
―Sí, sí, está muy bueno ―mintió.
―Ay, menos mal. Es que a mí no me gusta, ¿sabes? ―se sinceró la abuela ―Pero a Ernesto y a los niños les gusta mucho, y una vez al año… Lo que sí que me gusta es tu vestido, ¡mira que es bonito! ¿A que sí, Elisandra?
―Sí. A mí también me gusta mucho. ¿De dónde es?
De forma paralela, otra conversación se iniciaba.
―Ricardito, ¿Y cómo has sacado las notas? ―preguntó el marido de Elisandra a su sobrino, hijo de Silvia.
―Muy bien, las he aprobado todas con sobresaliente― aseguraba, aunque siempre le quedaban las matemáticas.
―Qué bien. ―contestó su tío en modo de felicitación― Clara, a ver si aprendes de tu primo, que tú nunca subes del notable en matemáticas.

lunes, 12 de diciembre de 2011



Primer misterio

―Alégrate, llena de gracia, estás embarazada de tres meses ―comunicó el ginecólogo a la joven.

―¿Pero cómo puede ser eso? ¡Si no conozco varón!

―La ecografía indica que este niño ha sido concebido por obra y gracia de la demanda televisiva. No tengas miedo, la fama está contigo. Darás a luz a un hijo por el que recibirás reconocimiento efímero y bienes materiales. Será llamado hijo del altísimo cada vez que aparezca en los medios de comunicación con el rostro pixelado, caminando de la mano de su padre. Cuando cumpla la mayoría de edad comenzará su andadura pública y tú deberás apoyarlo desde un segundo plano.
La muchacha agachó la cabeza para asimilar todo aquello. Pocos segundos le bastaron para asumir tanta responsabilidad.

―Aquí está la esclava de la farándula, hágase en mí según la palabra de Tele Cinco.
Tras pronunciar esto, un flash iluminó toda la habitación para sellar el pacto y convertirlo en portada de revista. Así fue cómo otra chica humilde y anónima se coronó de gloria a cambio de entregar su dignidad.


lunes, 28 de noviembre de 2011



Rostro sin rastro

Estaba tan acostumbrado que lo hacía sin pensar. Por eso no me acuerdo de cuándo fue la última vez. Era un vicio automático, un acto voluntario que comencé a practicar de pequeño como si fuera un juego. Tan divertido como útil. Aquella cualidad que había desarrollado me servía para hacer amigos, para ligar, para aprobar exámenes dudosos y conseguir matrículas de honor. Cuando comencé en el mundo de los negocios, tenía una amplia gama de experiencia en interpretar personajes: el vecino amable, el amigo de confianza, el joven comprometido, el alumno aplicado y el hijo predilecto. Llegué hasta lo más alto de mi carrera con una sonrisa en los labios y una mentira en la lengua. Cambiaba de careta con la habilidad de un ilusionista. No sé en qué momento dejé mi rostro por otro, este otro por cualquiera, el tercero por un cuarto, y así de manera continuada, hasta perderlo.


lunes, 31 de octubre de 2011




Pupila profunda

El terror no tiene boca para comer niños, tampoco manos fuertes para estrangular vírgenes, ni orejas peludas para escucharte mejor. Dicen que no huele el miedo, solo se deja llevar por las tinieblas que desprenden las oscuras intenciones.  Se alimenta de alimañas que perdieron todo el candor, para que no mengüe la circunferencia de su pupila. Sale de caza cuando se apagan los focos, las cámaras y las luces de quirófano.



lunes, 24 de octubre de 2011




Lulu Le Blanc


Champán. Madame. Boutique. Caché. Cruasán. 

Lulu Le Blanc padecía de aburrimiento crónico, pero lo disimulaba bajo vestidos satén, para que entre sus pliegues se deslizaran las preocupaciones que no tenía. Así, nunca le quedaba tiempo para el resto de cosas productivas. La manicura perfecta y el caniche consentido. Lulu Le Blanc se bañaba a diario entre burbujas de aroma confitado, estirando el cuello para no mojarse la nuca. En una ocasión, el impulso agitó su reposado cuerpo. Las yemas arrugadas y el ánimo curioso. Lulu Le Blanc emergió de las aguas para correr desnuda hacia el baño del cuarto de invitados. El suelo enmoquetado bebía sus huellas y el aire fantasmal de los pasillos erizaba su piel goteante. ¿Por qué los demás prefieren ducharse? Quiso saber Lulu Le Blanc. Se encerró tras la mampara. Abrió el grifo. Una lluvia helada la sobresaltó. El impacto del agua al caer contra el plato de ducha sonaba violento. El sumidero, insatisfecho por el sabor insípido de las gotas, reclamó algún logro, frustración o problema que hubiera saturado los poros de Lulu Le Blanc a lo largo del día. Pero no encontró nada que ofrecerle al desagüe, y el lamento por su vacío comenzó a bajar por las cañerías.