miércoles, 18 de abril de 2012



Invitado vitalicio

Acabo de llegar y ya están ahí. Sentados en el sofá de mi casa. Siempre se adelantan a mis pasos. Nunca me había molestado tanto su presencia. Nunca había tenido la sensación de que sus vidas coartan la mía. Me vigilan por motivos que yo no conozco, intuyo por qué lo hacen, pero ni se molestan en darme razones coherentes, solo dicen que es por mi bien. No tienen afecto hacia mí, a pesar de que siempre se muestran muy amables; a pesar de que los conozco de toda la vida. Incluso antes de que yo naciera, sus siluetas ya existían: sus padres atosigaban a mis padres, sus abuelos a los míos, y así, desde que sus ancestros lucían taparrabos con piel de mamut y los míos se vestían con pellejo de gato.

Cuando era niña me parecían simpáticos, respetables, inofensivos, bondadosos. Engañosamente protectores. Ahora no soporto que compartan mi techo, coman de mi plato, se pongan mi pijama y firmen con mi DNI. Me calientan la cabeza con sus problemas, y me involucran en todas sus cagadas. Egocéntricos de mierda. Quiero huir de ellos. Ser libre. Pero hace poco descubrí que no solo viven conmigo. Están en cada casa, en el cine, en los hospitales, los colegios, en la televisión y los supermercados. Me gustaría pasar de ellos, para demostrarles que no me importan nada. Pero eso es lo que quieren. La ignorancia les da poder. 

lunes, 26 de diciembre de 2011




Secretos de familia



Mientras la abuela se levantó a por el postre, Elisandra observaba el vestido de su cuñada. «Parece una puta» pensó, sorbiendo un poco de vino. «Menos mal que mi padre siempre abre un buen reserva en Navidad».

Al mismo tiempo, la mujer de su hermano hacía un esfuerzo por terminar de comerse el cordero asado que su suegra había hecho, sin poner cara de asco.

―¡Silvia mujer! ¡Siempre te quedas la última! ―bromeó el suegro.
―Es que ya sabe usted que soy muy lenta comiendo ―se defendió con una sonrisa, para que la excusa pareciera creíble.
―¿Ha salido bueno el cordero? ―preguntó la abuela al hilo de la conversación, regresando con una tarta en la mano.
―Está buenísimo mamá, como siempre ―dijo el hermano de Elisandra, mientras los demás asentían con la cabeza. A pesar de su esfuerzo por no destacar, Silvia masticaba el último bocado de cordero, con la cabeza metida en el plato, intentando evadir la pregunta.
―¿Y a ti Silvia? ¿Te ha gustado? ―quiso asegurarse personalmente de la opinión de su nuera.
―Sí, sí, está muy bueno ―mintió.
―Ay, menos mal. Es que a mí no me gusta, ¿sabes? ―se sinceró la abuela ―Pero a Ernesto y a los niños les gusta mucho, y una vez al año… Lo que sí que me gusta es tu vestido, ¡mira que es bonito! ¿A que sí, Elisandra?
―Sí. A mí también me gusta mucho. ¿De dónde es?
De forma paralela, otra conversación se iniciaba.
―Ricardito, ¿Y cómo has sacado las notas? ―preguntó el marido de Elisandra a su sobrino, hijo de Silvia.
―Muy bien, las he aprobado todas con sobresaliente― aseguraba, aunque siempre le quedaban las matemáticas.
―Qué bien. ―contestó su tío en modo de felicitación― Clara, a ver si aprendes de tu primo, que tú nunca subes del notable en matemáticas.

lunes, 12 de diciembre de 2011



Primer misterio

―Alégrate, llena de gracia, estás embarazada de tres meses ―comunicó el ginecólogo a la joven.

―¿Pero cómo puede ser eso? ¡Si no conozco varón!

―La ecografía indica que este niño ha sido concebido por obra y gracia de la demanda televisiva. No tengas miedo, la fama está contigo. Darás a luz a un hijo por el que recibirás reconocimiento efímero y bienes materiales. Será llamado hijo del altísimo cada vez que aparezca en los medios de comunicación con el rostro pixelado, caminando de la mano de su padre. Cuando cumpla la mayoría de edad comenzará su andadura pública y tú deberás apoyarlo desde un segundo plano.
La muchacha agachó la cabeza para asimilar todo aquello. Pocos segundos le bastaron para asumir tanta responsabilidad.

―Aquí está la esclava de la farándula, hágase en mí según la palabra de Tele Cinco.
Tras pronunciar esto, un flash iluminó toda la habitación para sellar el pacto y convertirlo en portada de revista. Así fue cómo otra chica humilde y anónima se coronó de gloria a cambio de entregar su dignidad.